Me llamo mucho la atención este artículo de el pasado domingo de "elPeriodico", donde nos cuenta que para el escritor francés Antoine Saint-Exupéry, la Antigua Guatemala podría haber servido de inspiración para crear el asteroide B-612 de “El Principito”, el libro más leído de la literatura francesa.
A continuación les dejo todo el artículo relacionado con el tema, agradeciendo a Mirja Valdés de Arias, el derecho de publicación para Bonjourguate.com
El accidente en el asteroide B-612
Por Mirja Valdés de Arias
Antoine de Saint-Exupéry conoció Guatemala por accidente. Uno que destruyó su avión y lo dejó malherido. Su nombre alcanzó la cima después de escribir “El Principito”, tres años después del percance. La ciudad colonial, donde se recuperó, podría ser el Asteroide B-612. El 29 de junio se conmemoran 106 años de su nacimiento.
En casi siete décadas, el papel se ha tornado de un blanco hueso a un amarillo ocre, pero las dos fotografías que lleva impresas se mantienen claras, casi intactas. Dejan ver un avión pequeño de dos plazas con el frente y los alerones destrozados. El accidente del monomotor con matrícula francesa sucedió durante el despegue en la pista, entonces de grama, del aeropuerto La Aurora. Hay un cerco que apenas se logra distinguir en una de las esquinas de las fotos, parece estar muy próximo a Los Arcos, el acueducto de la zona 13.
Probablemente a sus dos tripulantes, Antoine de Saint-Exupéry y André Prevoit, piloto y mecánico, los llevaban directo al hospital en el momento en que captaron esas imágenes. Ellos no aparecen en la fotografía.
Esa misma tarde, los vespertinos Nuestro Diario y El Imparcial, en su edición del 16 de febrero de 1938, reportaron el accidente: “Ambos tripulantes sufrieron serios golpes y raspones en todo el cuerpo, Prevoit con una lujación en la cadera. Fueron trasladados al Hospital Militar”.
El primer día la noticia no trascendió de un accidente más de aviación. Pero luego tomó otro cariz cuando se conoció quién era aquel aviador. Nada menos que el escritor de Voit Nuit o Vuelo Nocturno, la novela en la que describió sus viajes por aire entre Chile y Argentina y que hacía poco, los cineastas habían convertido en película.
De Saint-Exupéry ya era famoso, pero no como lo fue 3 años después, al publicar El Principito, una obra que se mantiene después de 70 años de su publicación y que además es el libro más leído que ha entregado hasta hoy la literatura francesa.
Han surgido teorías acerca de los lugares que inspiraron a De Saint-Exupéry a escribir El Principito: una de las suposiciones da cuenta de que el Asteroide B-612, la casa del Principito, es La Antigua Guatemala, donde el aviador se recuperó de los golpes de su percance aéreo.
“¿En qué otra parte del mundo hay tres volcanes juntos: dos activos y uno inactivo?, solo en La Antigua”, se pregunta y se responde el escritor argentino Jorge Carrol, autor de la tesis La Antigua Guatemala es el Asteroide B-612 donde nació El Principito. Carrol opina que las tres elevaciones del Asteroide B-612 son los volcanes de Fuego, Acatenango y de Agua.
Los periódicos de 1938 describieron el accidente, y Luz Méndez de la Vega, premio Nacional de Literatura, también guarda recuerdos del paciente francés que su padre, el médico quien lo atendió, le presentó.
Guatemala, fin del viaje
Eran las 2:00 de la madrugada cuando partió de Brownsville, Texas, Estados Unidos, hacia un viaje largo, muy largo, a través de América. Su destino era Argentina. “Era un viaje de estudio respecto a la aviación militar y comercial”, se dijo después del accidente en la pista guatemalteca. Lo patrocinaba el Ministerio de Aviación de Francia.
La hoja de vida de De Saint-Exupéry sumaba muchas horas de vuelo por Europa, Asia y América, tantas como las veces que su avión se vino a tierra, como en el desierto de Libia. Otros tantos de esos aterrizajes forzosos fueron en Argentina, donde se desempeñó como director de la Compañía Aeropostal de ese país.
No hay fotografías del momento de su partida en Brownsville, pero seguramente lucía como los aviadores de aquellos años: una gorra de cuero le cubría las orejas y la sujetaba a su cabeza con la banda elástica de los lentes de aviador que protegían sus ojos. Seguro llevaba la chumpa clásica de aviador de los años 30. Era la vestimenta obligada para viajar en un monoplano de dos plazas con la cabina a la intemperie.
Los diarios consultados coinciden en que se trataba de un recorrido de 35 mil millas con varias escalas y que en algunas ciudades ofrecería conferencias acerca de su aventura. Hizo paradas en Veracruz, México, y luego en Guatemala, para reabastecerse de combustible.
Prevoit, el mecánico, cumplió con su rutina previo a despegar. Todo estaba bien. La nave, matrícula F-ANXK, tomó impulso por las llanuras del aeropuerto La Aurora para continuar su ruta: su próxima estación era Managua, Nicaragua. Encendieron motores a las 12:30 horas. La nave empezó a desplazarse en tierra, pero algo en el intento falló. El avión dio varias vueltas sobre la pista y los tripulantes, De Saint-Exupéry y Prevoit, quedaron malheridos.
El paciente francés
Los vespertinos Nuestro Diario y El Imparcial informaron el mismo día del accidente. La causa: sobrecarga de combustible. El periódico francés Paris-Soir también dio cuenta del percance del autor de Vuelo Nocturno: “Estúpido accidente por la exigua pista guatemalteca”, algo que a los editores de Nuestro Diario molestó. En una de sus entregas hicieron portada con fotografías del aeropuerto La Aurora con la intención de desmentir aquello que se había publicado del otro lado del Atlántico.
“Fue sobrecarga de combustible, hubo una diferencia entre las medidas de capacidad, las que pidieron y las que les dieron”, según investigaciones de Carrol, recopiladas en su libro publicado la víspera de la celebración de los cien años del nacimiento de De Saint-Exupéry. Después del accidente, una ambulancia del Hospital Militar salió para trasladarlos. Las fotografías muestran que el monomotor cayó del lado de lo que hoy se conoce como Los Arcos, pero se supone que fue en el barranco de Santa Fe.
Carrol explica que primero los llevaron al hospital San Juan de Dios y posteriormente al Hospital Militar. “El mismo director del hospital, el doctor Enrique Echeverría Ávila, un médico internista y un practicante fueron al lugar para auxiliarlos”, se lee en una de las notas de El Imparcial. Y el médico internista era José Méndez Valle, padre de la poeta Luz Méndez de la Vega.
“Mi padre tuvo que aceptar el puesto, eran tiempos difíciles”, confiesa Méndez de la Vega por teléfono. De lunes a viernes ella estudiaba y permanecía en un internado y él, de planta en el sanatorio militar. La joven veía a su padre únicamente los fines de semana en el hospital, fue así como conoció al paciente francés. “Ambos –piloto y aviador– se recuperaban en un pabellón especial para enfermos de alto rango”, recuerda Méndez de la Vega. Nuestro Diario hacía referencia del área de jefes y oficiales.
Emprender el vuelo de inmediato fue imposible: el monomotor, casi desecho; los tripulantes, en recuperación. Hay quienes aseguran que después de este accidente fue declarado “no apto para entrar en combate” y que sólo le encomendaban misiones de exploración.
De Saint-Exupéry crecía con el siglo, así que por aquellos días tenía 37 años. El 29 de junio llegaba a los 38.
La condesa de Saint-Exupéry
La Segunda Guerra Mundial estaba por comenzar. El Imparcial dedicaba titulares de portada para informar lo que acaecía en Europa. Casi a la mitad del tabloide seguían las noticias locales, la del 8 de marzo de 1938 fue el arribo al país de la condesa Consuelo de Saint-Exupéry, la esposa del aviador-escritor y viuda de Enrique Gómez Carrillo, el cronista guatemalteco.
Al parecer fue una entrevista corta la que concedió a El Imparcial. “Nos despedimos de ella sin pedirle sus primeras impresiones de Guatemala, pues no conoce de la ciudad más que el camino del Palace Hotel (donde se había alojado) al Hospital Militar”, escribió el periodista José Arzú, quien aparece al lado de la Condesa, de origen salvadoreño, en aquella fotografía de portada.
Basado en el texto Consuelo de Saint-Exupéry, memorias de la rosa, Carrol cuenta que la relación entre la pareja andaba mal. De hecho, la Condesa viajaba en barco hacia El Salvador luego de una despedida definitiva con su esposo. Pero ella recibió un telegrama donde le informaron acerca del accidente y de una posible amputación del brazo derecho de su cónyuge. La prensa local en su cobertura de casi una semana, aseguró que ni De Saint-Exupéry ni Prevoit sufrieron fracturas, solo la lujación de cadera del segundo. En realidad, Carrol no da mucho crédito a las memorias de la viuda de Gómez Carrillo.
La recuperación del escritor en compañía de la condesa transcurrió entre el Hospital Militar y una “casona” de la ciudad colonial. Carrol se enteró de este hecho en un viaje al altiplano guatemalteco en compañía de tres franceses, uno de ellos Tasso Hadjidodou, el agregado cultural de la Embajada de Francia. El accidente del autor de El Principito también se publicó en periódicos franceses de marzo de 1938.
La noticia dio paso a su hipótesis: “La Antigua es el Asteroide B-612”. Buscó en los lugares y países donde estuvo De Saint-Exupéry, y el único con tres volcanes cerca uno de otro, dos activos y uno inactivo, es La Antigua. Según Carrol se trata de los volcanes de Fuego, Acatenango y Agua. En el cuento infantil la referencia a esos volcanes son las siguientes líneas:
“Tengo tres volcanes, dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe…
–No, nunca se sabe –dijo el geógrafo.”
“El Principito es un cuento entre fantástico, simbólico y muy poético”, lo describe Méndez de la Vega. ¿Quién puede estar seguro de qué lo inspiró?, se pregunta Carrol. La coincidencia es grande, asegura y muchos de su libros registran anécdotas de sus vuelos.
De Saint-Exupéry le dijo adiós a Guatemala el 23 de marzo de ese año, un mes y una semana después del accidente que acortó su raid. Se fue a Nueva York. Escribió El Principito en 1941 y fue publicado en inglés en 1943; tres años más tarde en su versión original, en francés.
El libro más leído de Francia, inspirado en la ciudad colonial, tal vez. Según la historia de De Saint-Exupéry, un lugar perfecto.